José David Castillo Arias

@jdca2a 

Ludwig van Beethoven fue un músico excepcional, un artista a caballo entre el Clasicismo y el Romanticismo. Pero si lo miramos desde un punto de vista más personal, en él destaca su afán de superación y su lucha contra las adversidades que marcaron su vida. Su infancia estuvo influida por un insano interés de su padre por hacer de su hijo un pequeño genio, tratando de imitar a Wolfgang Amadeus Mozart. Su juventud fue un período turbulento, lleno de éxitos musicales y de vitalismo desbordante, pero en el que también aparecen sombras, como los desengaños amorosos y algunos padecimientos gastrointestinales que le acompañaron toda la vida. Sin embargo, si algo podemos destacar en esta época es su terror ante una sordera que iba aumentando día a día. 

La arrolladora personalidad de Beethoven, que se había caracterizado por su falta de respeto ante las convenciones sociales y su arrogancia, lo que le granjeó numerosas enemistades, se vio transformada por este trastorno y su carácter se agrió, volviéndose cada vez más irascible y encerrándose más y más en sí mismo. Es muy ilustrativa en este sentido el conocido como "incidente de Teplice", durante el primer encuentro entre el compositor y Goethe, en el balneario de Teplitz. Según relataron algunos testigos, al aparecer ante ellos la emperatriz María Luisa de Austria-Este con su familia y la corte, Goethe se hizo a un lado y se quitó el sombrero; Beethoven, sin embargo, se lo caló aún más y continuó su camino hasta un punto en el que se detuvo para esperar al escritor y espetarle su opinión ante su "comportamiento de lacayo".

La sordera le hizo aislarse del mundo y solo podía comunicarse mediante los llamados "cuadernos de conversación", en los que sus allegados escribían lo que querían decirle, pero aunque sufrió períodos de abatimiento, nunca dejó que esta discapacidad se transformara en una invalidez. Tal era su afán de superación que llegó a escribir en una carta a un amigo  "Agarraré al destino por el cuello y lo desafiaré". La lista de obras escritas cuando ya su falta de audición era absoluta incluye obras como 

sus cinco últimos cuartetos de cuerda, la Missa Solemnis y la 9ª Sinfonía.