Belén Mariño

@blntab

Infografía
Matemáticos con (dis) Capacidad

El contraste entre la obstinación con que Newton defendió su superioridad intelectual allí donde correspondía que le fuese reconocida (admitiendo sólo a regañadientes que otros se le pudieran anticipar), y su retraimiento innato que siempre le hizo ver con desconfianza la posibilidad de mezclarse con el común de los mortales, es uno de los rasgos de su personalidad que mejor parecen justificar la caracterización de su temperamento como neurótico y esquizofrénico; un diagnóstico que la constatación de sus traumas infantiles no ha hecho más que abonar (su padre falleció poco antes de nacer él, se crió con su abuela, nunca soportó a su padrastro, fue rechazado por niños de su entorno ante sus rarezas), y que ha encontrado su confirmación en otros componentes de su personalidad como la hipocondría o la misoginia.

Siempre mantuvo su ingenio trabajando y, cuando no tenía que estudiar, se dedicaba a inventar y construir los objetos más curiosos que se le pudiesen ocurrir.

Tras la muerte de su madre, Newton estuvo seis años de reclusión intelectual donde sólo se comunicaba con notas breves.

Apoyó la resistencia de Cambridge contra los esfuerzos del rey Jacobo II de Inglaterra para convertir la universidad en una institución católica. Tras la Gloriosa Revolución de 1688, la universidad lo eligió como uno de sus representantes en una convocatoria especial del Parlamento británico. Ese mismo año Newton conoce al filósofo John Locke, entre los dos dedican bastantes horas a la discusión de temas teológicos, en especial el de la Trinidad. 

En 1693, a la edad de 51 años, Newton mostró síntomas de una severa enfermedad emocional. Aunque recuperó la salud, su periodo creativo había llegado a su fin.

Fue nombrado inspector y más tarde director de la Casa de la Moneda en Londres. También fue elegido presidente de la Royal Society.